La mujer en las Aulas de Arte

Hace poco cayó en mis manos un ejemplar de historias de mujeres, historias del Arte de Patricia Mayayo.

                                           En la introducción hacía referencia a algo que a mi, ya me daba vueltas  desde primero de carrera.

Y es que, ¿cómo puede ser que en una licenciatura como historia del Arte, donde las mujeres ostentan una aplastante mayoría como alumnado, la mayoría de docentes sean hombres?
He de decir, que a lo largo de los años me he dado cuenta, al menos en mi facultad, que conforme las materias se aproximan al momento histórico actual, aumenta considerablemente la presencia femenina docente. De hecho, y a los hechos me remito, todas las asignaturas vinculadas a las
vanguardias y la posmodernidad son impartidas por mujeres. Y curiosamente, es en estas dos áreas donde hay más cantidad de textos, de teorías, realizadas por mujeres. 
Me resulta, cuanto menos curioso, que las asignaturas que abarcan conocimientos más teóricos o que referencian a épocas del pasado, sean impartidas por hombres. En cierto modo, tanto la  teoría artística como el Arte clásico propiamente, conforman la base de esta carrera y de toda la
historia del Arte en general. Y si además añadimos el hecho de que todos ellos son hombres de cierta edad, maduros, y con bastante prestigio en el círculo de intelectuales, no puedo evitar pensar lo anquilosada que está la universidad.
No tengo nada en contra de los profesores ni de su edad, más al contrario, y admito, que en los últimos años, se ha renovado el cuerpo docente y se empiezan a apreciar nuevas caras, más jóvenes, que inevitablemente, le dan un nuevo aire a la universidad.

Puede parecer banal lo que acabo de exponer, pero considero que tiene  su qué, puesto que son estos nuevos aires los que renuevan las fuentes consultables, las que renuevan la concepción de historia del Arte.
Nadie en su sano juicio recomendaría sustituir a los ya considerados clásicos, véase Tatarkiewicz, Witkkower o Barash, pero sí que considero esencial incluir otros títulos (y autores por extensión) a esa lista de cabecera que todo alumno debería haber leído al licenciarse.

Si se recurriera más a ellos, creo que tendría cabida una concepción más universal de la historia del Arte. Y por universal no me refiero a global en cuanto a territorio abarcable. Hago alusión a este término para referirme a la inclusión de la mujer.

Tras leer a Mayayo, y poner en duda tanta solemnidad respecto a este tema, le pregunté a una buena amiga, ajena al mundo del Arte, que a cuantas mujeres artistas conocía. Su respuesta fue clamorosa. Tras unos minutos solo supo decir Frida Khalo, que parece ser la única mujer
artista que ha valido la pena, pues es la única que la cultura popular incluye.

Lo peor vino después, cuando ella me pregunto por otras. Me resultó demoledor no poder dar mas de una docena de nombres. Lo peor, es que si debía referirme a llamemoslas, teóricas o estudiosas, aún era capaz de citar a menos.
Ese fue mi punto de inflexión.
He de reconocer que siempre he pensado que con el feminismo muchas autoras recurren al lagrimeo fácil, a compadecerse por el rol que les ha tocado vivir en una sociedad basada en el hombre. Así que opté por buscar otros títulos que hicieran referencia al tema. Tras realizar unas búsquedas cruzadas en la biblioteca de la facultad,  hallé un par de títulos más sobre el tema.
Cuando fui a buscarlos de nuevo me quede epatada. Estaban situados en el último pasillo de la planta cero de la biblioteca. Y curiosamente, esa planta es conocida como recepción, pues casi nadie consulta los títulos de que allí hay.
¿Era posible que toda la lucha intelectual que habían llevado a cabo las mujeres de este ramo, estuviera siendo relegada a un segundo, o más bien, a un último plano? 
Y lo que es peor… ¿Era posible que, en una facultad como la nuestra, donde son varias las docentes que se describen afines a las ideas feministas, estuvieran permitiendo que esto pasara?
En cualquier caso, cuanto menos, dejaba  claro algo. La revolución intelectual que las mujeres estaban llevando a cabo en el campo de la historia del Arte, no tenía cabida, ni siquiera, entre los
títulos del ámbito. ¿Porque, si existía una planta entera dedicada  a publicaciones sobre historia del Arte, no estaban estos títulos allí?
Fue Estrella de Castro, quien arrojó cierta luz ante mi ofuscación: Fue ella quién dijo que a veces, para que algo cambie, debe pasar un proceso de extremismo para que luego se convierta en algo, “normal.” Se podría hacer un paralelismo entre el feminismo y el colectivo gay, en ese sentido.
Es cierto que hace unas pocas décadas, la mujer ni siquiera accedía a la universidad, y hoy estamos
hablando de incluir sus ideas, sus teorías, en el campo universal de la historia del Arte. Obviamente, aprecio el avance social.

Fue mi madre la que me dijo “quizás no puedes ver la magnitud del hecho,
 porque por una cuestión generacional, tu no has vivido esa especie de represión. Y fue ella la que me llevó a la conclusión final.

Quizás, si en lugar de tanto quejarnos nos movilizáramos más al respecto, y fuéramos más empáticas entre nosotras, esa adhesión, de los contenidos intelectuales, no sería tan difícil. 

Valoro, y muchísimo, pues es gracias a ellas que he tenido acceso al trabajo que han hecho las mujeres en el campo intelectual del Arte, a las nuevas docentes que nos transmiten están ideas.
Yo también soy mujer, y yo también quiero que mi opinión cuente como la de cualquier otro, indistintamente de mi sexo.

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